Uno de los productos financieros que más auge está teniendo en los últimos meses son los depósitos a plazo fijo porque cumplen uno de los tres requisitos imprescindibles para el ahorrador en época convulsa: son seguros.
Sin embargo, hay que leer la letra pequeña porque casi siempre esconden alguna sorpresa negativa. Por ejemplo, algunos bancos ofrecen productos a 2 años con una rentabilidad del 6% pero en realidad, sólo es del 3% TAE, que es lo que permite determinar la rentabilidad de la inversión. La TAE, al contrario que el tipo de interés, sale de combinar el tipo de interés nominal, los gastos, las comisiones bancarias y el plazo de la operación, es decir, que es el indicador más completo para que el ahorrador conozca al detalle la compensación que va a recibir por prestar el dinero al banco.
Un ejemplo para diferenciar entre TAE –tasa anual equivalente- y TIN –tipo de interés nominal- sería un depósito a un año con pago de intereses trimestrales. En este caso, la TAE contempla la reinversión de los intereses, mientras que el TIN no y por ello, siempre será ligeramente menor.
El Gobierno acaba de limitar la rentabilidad de los depósitos, con el Real Decreto 771/2012 de 3 de junio, a un tope de 2,50% TAE pero algunos bancos prefieren seguir ofreciendo un tipo de interés más elevado, llegando en algunos casos hasta el 4,40%, a cambio de hacer una mayor aportación al Fondo de Garantía de Depósitos exigido por el Ejecutivo.
Este tipo de ahorro puede cancelarse casi siempre cuando quiere el ahorrador con una pequeña penalización. En este caso, es importante leer antes de firmarlo que dicha sanción sólo afecta a los intereses y no la cantidad global, como algunas entidades han realizado en una operación calificada de mala práctica por el banco de España.
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